Día Internacional del Consumidor: El discurso de John F. Kennedy que dio origen a la conmemoración

El 15 de marzo se celebra el Día Internacional del Consumidor, a propósito de un discurso que John F. Kennedy dio como presidente de EEUU.
John F. Kennedy en el Día Mundial e Internacional del Consumidor

La conmemoración del Día Internacional del Consumidor -conocido también como Día Mundial de los Derechos de los Consumidores- es un hito que tuvo su origen en un discurso pronunciado en el 15 de marzo de 1962 por el presidente de Estados Unidos, John F. Kennedy, ante el congreso de su país, donde acuñó la frase “todos somos consumidores“, resaltando por primera vez que los ciudadanos tienen derecho a la seguridad, a la información, la libre elección y a ser escuchados por las empresas.

En esa oportunidad, Kennedy señaló que estos derechos eran esenciales para proteger a los consumidores de productos y servicios peligrosos o engañosos, y para garantizar que los consumidores tuvieran voz en el mercado y en la política. Además, resaltó que la protección de los derechos del consumidor era un asunto de importancia nacional.

Hizo un llamado a la acción para que los consumidores, las empresas y los gobiernos trabajaran juntos para proteger los derechos del consumidor y promover prácticas comerciales justas y éticas.

Sus palabras cobraron tanta fuerza que la Carta de Derechos y Deberes de los Consumidores no tardó en llegar. Sin embargo, fue 21 años después que oficialmente el 15 de marzo de 1983 se celebró por primera vez el “Día Internacional del Consumidor“. Desde entonces, todos los años se conmemora en esta fecha.

Durante esta jornada se espera que el SERNAC y el Ministerio de Economía, Fomento y Turismo realicen una actividad en conjunto.

El discurso de John F. Kennedy en 1962: “Consumidores somos todos”

Este fue el discurso que dio pie para que años más tarde se instaurara el Día Internacional del Consumidor el día 15 de marzo de cada año:

Consumidores, por definición, somos todos. Son el grupo mayoritario de la economía, afectando y siendo afectados por la práctica totalidad de las decisiones económicas públicas y privadas. Dos tercios del gasto total en la economía provienen de los consumidores. Pero son el único grupo importante en la economía que no están organizados eficazmente, cuya opinión es a menudo ignorada.

El Gobierno Federal –por su condición el principal portavoz en nombre de todos– tiene la especial obligación de estar alerta en lo que se refiere a las necesidades de los consumidores y de hacer progresar sus intereses. Desde la entrada en vigor de la legislación de 1872 para proteger a los consumidores de los fraudes relativos al uso del correo de los Estados Unidos, el Congreso y el Poder Ejecutivo han estado de manera progresiva al corriente de su responsabilidad para hacer realidad que la economía de nuestra Nación esté al servicio de los intereses de los consumidores de una forma idónea y adecuada.

En lo fundamental, les ha beneficiado extremadamente bien. Cada generación sucesiva ha disfrutado de mayores ingresos y una más rica variedad de bienes y servicios. Resultado de esto es que nuestro nivel de vida es el mejor del mundo – y, en menos de 20 años, mejorará otro 50%–.

Siendo tan afortunados, no podemos sin embargo permitirnos el derroche en el consumo al igual que no podemos permitir la ineficiencia en los negocios o en el Gobierno. Si los consumidores reciben productos inferiores, si los precios son exorbitantes, si los medicamentos son inseguros o ineficaces, si el consumidor no es capaz de decidir partiendo de la información, entonces estamos tirando su dinero, su salud y seguridad pueden estar amenazadas, y el interés nacional sufre. Por otra parte, el creciente esfuerzo para hacer el mejor uso posible de sus ingresos puede contribuir mejor al bienestar de la mayoría de las familias que el esfuerzo equivalente de incrementar los mismos.

La evolución de la tecnología –afectando por ejemplo a los alimentos que consumimos, las medicinas que tomamos y muchos de los electrodomésticos que usamos en nuestros hogares– ha incrementado las dificultades del consumidor al tiempo que sus oportunidades; y ha invalidado mucha de la legislación anterior y hecho necesaria una nueva regulación. El supermercado típico de antes de la II Guerra Mundial almacenaba en torno a 1.500 productos alimenticios distintos, una cantidad impresionante como se mire.

Pero en la actualidad maneja en torno a los 6.000. El 90% de las recetas médicas que se emiten actualmente son de medicinas que eran totalmente desconocidas hace 20 años. Muchos de los nuevos productos de uso diario en los hogares son altamente complejos. Se requiere al ama de casa para que sea un electricista amateur, o un mecánico, químico, toxicólogo, dietista y matemático, pero en raras ocasiones se le proporciona la información que necesita para desempeñar estas tareas adecuadamente.

La comercialización es cada vez más impersonal. La decisión del consumidor se ve influenciada por la publicidad masiva que utiliza mecanismos de persuasión altamente desarrollados. Normalmente el consumidor no puede saber si la elaboración de las medicinas reúne los estándares mínimos de seguridad, calidad y eficacia. Normalmente tampoco sabe cuánto paga por los préstamos al consumo; si una comida preparada tiene mayor poder nutritivo que otra; si el resultado de un producto satisfará sus necesidades; o si el “paquete tamaño económico” es realmente una ganga.

La mayoría de los programas emanados de esta Administración –por ejemplo la expansión del comercio mundial, la mejora de las prestaciones médicas, la disminución de impuestos a los viajeros, el refuerzo de los transportes colectivos, el desarrollo de las áreas de conservación y recreativas y la energía más barata– son de incumbencia directa o inherente a los consumidores. Necesitamos acción legislativa y administrativa adicional, no obstante, si el Gobierno Federal tiene que hacer frente a su responsabilidad de cara a los consumidores en el ejercicio de sus derechos”.

Los cuatro derechos de los consumidores según JFK

En este importante discurso que dio pie para crear en 1983 el Día Internacional del Derecho de los Consumidores, el presidente John F. Kennedy planteó cuatro derechos de los consumidores:

1) El derecho a la seguridad, a ser protegidos contra la comercialización de productos que sean peligrosos para la salud o la vida.

2) El derecho a la información, a ser protegidos contra la información, publicidad, etiquetado, o cualesquiera otras prácticas fraudulentas, engañosas o básicamente confusas, y a que le sean suministrados todos los hechos que necesita para tomar una decisión basada en la información.

3) El derecho a elegir, a que se le asegure, siempre que sea posible, el acceso a una variedad de productos y servicios a precios competitivos; y en aquellos sectores en los que la competencia no es operativa y la regulación gubernamental es reemplazada, la seguridad de una calidad y servicio satisfactorio a los mejores precios.

4) El derecho a ser oídos, a tener la seguridad de que los intereses de los consumidores serán tenidos de total y comprensivamente en consideración la elaboración de las políticas del Gobierno, y a un tratamiento adecuando y ágil en los tribunales administrativos.

“Para promover el mayor cumplimiento de estos derechos de los consumidores, es necesario que los programas vigentes del Gobierno sean reforzados, una mejora en la organización gubernamental, y, en determinadas áreas, que se implemente nueva legislación”, finalizó este eje del discurso del expresidente norteamericano, el que servió como inspiración para la conmemoración del Día Internacional del Consumidor.


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